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ISSN 1989-4163

NUMERO 41 - MARZO 2013

La Carnicería

Emilia Luna

Recuerdo la primera vez que la vi. Fue a través del cristal del supermercado. Había pasado por delante del establecimiento varias veces en las últimas semanas, pero nunca me paré a mirar dentro. Solía hacer la compra en mi barrio, aquí sólo venía a darle clases de Lengua al hijo de mi primo Alberto, y siempre con prisas.

Aquella tarde me entretuve más de lo habitual y se me hizo tarde. Si esperaba a llegar al supermercado de mi calle, seguramente me lo encontraría cerrado. Decidí entrar en el que estaba frente a la parada del autobús. Atravesé las cajas registradoras y me interné en los pasillos del establecimiento. Galletas, rosquillas, guisantes... Al llegar al mostrador de la carnicería, un letrero más ancho de lo normal me avisaba con letras doradas de que la "pexuga" de pollo estaba a cuatro euros con cincuenta. Esperé mi turno mientras observaba a la dependienta. Una chica morena con el pelo tirante y recogido en una cola alta, se movía como pez en el agua entre cuchillos, tocinos y filetes de babilla. ¿A quién le toca? Deposité el número siete en la canastilla sobre el mostrador y le contesté que a mi. Mientras me cortaba los filetes de pollo le pregunté que por qué escribía pechuga con x. Una boca preciosa, de dientes blancos y perfectos me sonrió. "Ahora se escribe así. No eres tan mayor como para no saberlo". Le dije que no. Que así no se escribía. Ella terminó la broma con un: "Se ahorra tiempo, ¿qué más quieres?"

Desde que salí del supermercado no dejé de pensar en ella. Iba todos los días a comprar cualquier cosa con tal de verla. Nunca había tenido la alacena tan bien aprovisionada ni el frigorífico tan lleno. Le hacía la compra a mi madre, a mi primo Alberto... Chuletas, trozos de morcillo, contramuslos de pollo...

Entre Generación del 27 y Modernismo soñaba con Isabel. Me acostumbré a comprar tanta carne que al final tuve que aprender a cocinar. Abastecí de comida a mi madre, mis hermanos y al primo Alberto. Al final, he montado un restaurante al lado del supermercado y desde entonces apenas me preocupa si m va antes de p y de b. Prefiero aprender cómo se hace la gallina en pepitoria y el cocido madrileño. Y lo que más escribo ahora no son comentarios de textos para alumnos de la Eso. Por fin he aprendido a escribir y me paso el día con el móvil entre los dedos escribiendo a Isabel cosas preciosas. Cosas como teng comida pa 2. Tq, muxos bss,

 

La carnicería

 

 

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